martes, 15 de diciembre de 2009

EL RETORNO DE UN NOMBRE HISTÓRICO Lenz Moser, 'Mr. Grüner Veltliner'

Francia tiene la Torre Eiffel, y Borgoña y Beaujolais, mientras que Inglaterra tiene el Big Ben y sus cervezas. Al igual que el vals está inseparablemente ligado a Viena, el vino de uvas grüner veltliner es sinónimo de Austria. Y en el país conocido por su música, sus tartas y su encanto de la vieja Europa, Lenz Moser es 'Mr. Grüner Veltliner'. Produce cinco vinos blancos con un toque de pimienta blanca, tan propia de esa original casta, y nada más. Es el único bodeguero austríaco que sólo produce GV.

"Quería centrarme en una sola cosa y hacerla muy bien", explica a Reuters. "Llevamos viviendo en esta zona desde hace 400 años", añade, refiriéndose a las regiones vinícolas de la Baja Austria.

A su abuelo, también llamado Lenz Moser, se atribuye la creación del moderno sistema de espaldera hoy utilizado para el cultivo de la grüner veltliner.

"Me criaron al lado del vivero de vid y mi abuelo me llevó a la viña cuando tenía cinco años", dice Moser.

En los años 80 del siglo pasado, cuando estalló un enorme escándalo tras descubrirse que algunos viticultores habían incorporado a sus vinos dulces a un producto químico, el glicol, encontrado en los anticongelantes, su familia vendió sus viñedos, su bodega subterránea milenaria y hasta su nombre, que era su marca.

Demasiado joven para jubilarse, como era amigo de toda la vida con la familia Mondavi, Moser comenzó a trabajar para ellos y, finalmente, a llevar su cartera europea de vinos. Cuando Constellation Brands compró Robert Mondavi por alrededor de 700 millones de euros en 2005, Moser decidió que era hora de volver a sus raíces.

"Las raíces [de las cepas] son muy, muy profundas... la acidez proviene de la pizarra, y el componente arenoso le da elegancia", dijo de su vino estrella, el Laurenz V, que es también el nombre de su propia bodega, y que presentaba hace poco en Nueva York.


Describe la grüner veltliner como "una combinación del perfume de la riesling alemana, la acidez de la sauvignon blanc del Loira y la redondez de una pinot grigio".

La Master of Wine Jennifer Simonetti-Bryan, que trabaja para Rémy Cointreau EEUU, dice: "Tiene la reputación de ser un vino muy compatible con la comida".

Sin embargo, los vinos austriacos, como los alemanes, presentan problemas para los estadounidenses. Las etiquetas pueden ser intimidantes, con palabras largas en letra gótica y con ortografía alemana.

"Yo quería quitarle el misterio al vino, pero mantener su magia", dice Moser. Así que diseñó unas etiquetas modernas y fundamentalmente redactadas en inglés. Otra importadora de grüner veltliner, Monika Caha, ha ido incluso más lejos. Sencillamente llama a su vino 'Grooner' porque, como ella dice, "así es como los americanos lo pronuncian, y ¿por qué hacer que sea difícil para ellos?".

Nota tomada de: http://elmundovino.elmundo.es

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